La Educación Emocional y el Rol del Profesor

He llegado a una conclusión aterradora: yo soy el elemento decisivo en el aula. Es mi actitud personal la que crea el clima. Es mi humor diario el que determina el tiempo. Como maestro, poseo un poder tremendo: el de hacer que la vida de un niño sea miserable o feliz… Puedo ser un instrumento de lesión… o de cicatrización.

G. Guinott.

“El profesor que busca efectividad real debe empezar por creer en sí mismo para poder creer desde el corazón que, como maestro tiene un papel de trascendencia en el destino de sus alumnos.” (Céspedes, 2008)

Por siglos los adultos han invertido sus esfuerzos en perfeccionar metodologías  educativas tendientes al éxito académico, tomando en cuenta aspectos netamente cognitivos del ser, impartiéndolas a través de la educación formal, en la escuela. La sensibilidad, la afectividad y las emociones han sido aspectos un tanto olvidados, dándose primacía a lo intelectual.

Incorporar las emociones en el aula y ampliar el ámbito de educación al interior de las familias hacia la educación emocional, nos habla de un gran paso y esfuerzo tendiente a preservar la integralidad de nuestros niños y niñas. Comprendiendo que la alianza cooperativa familia-escuela, es fundamental para crear códigos comunes en donde niños y niñas se desarrollen bajo un mismo ideal.

La educación infantil implica no sólo el desarrollo de la inteligencia en el plano intelectual, eso está claro, el aspecto emocional también juega un papel importante para la formación de niños y niñas, porque es el que lo va a preparar para enfrentar y resolver los problemas de la vida cotidiana. Tal como lo enuncia Daniel Goleman, lo guiará hacia una mayor autoconciencia, una mejor capacidad para dominar las emociones perturbadoras, una mayor sensibilidad frente a las emociones de los demás y una mejor habilidad interpersonal.

«¿Es posible hoy una escuela donde se siembre humanidad para, que años más tarde, otros puedan cosechar sus dones?» es la pregunta que la neuropsiquiatra Amanda Céspedes, se hace en su libro Educar las emociones, educar para la vida (2008).

Para ello es básica una sólida formación inicial del profesor, sobre aspectos neurobiológicos y psicológicos de niños y adolescentes, desde una mirada amplia, así como también estar al tanto de los profundos cambios sociales que se suceden cada vez con mayor rapidez y que claramente inciden finalmente dentro del aula. ¿Pero basta solo con eso?

“El impacto de la salud mental del profesor sobre su calidad de educador emocional y su capacidad para crear climas de aula generativos de crecimiento emocional y cognitivo en sus alumnos es crucial” (Céspedes ,2008). La importancia de esta sentencia, nos habla de la gran responsabilidad que tienen los adultos educadores en este caso los profesores, cuando están frente a un grupo de niños y niñas, las neurociencias enfatizan que  las emociones se traspasan, el niño o niña  es capaz de “leer” las emociones negativas del profesor, el desencanto o desmotivación, no hacen otra cosa que perpetuar desencanto y desmotivación en sus estudiantes, creando un clima de aula complejo y entrampado.

Todo esto nos lleva finalmente a preguntarnos, por quienes lideran las aulas, y nos damos cuenta de que la educación  emocional es inclusiva, es para todos aprender a identificar, expresar y regular nuestras emociones, a conocernos y a valorarnos adecuadamente, a comprender a los demás poniéndonos en su lugar, a cuidar nuestro cuerpo y mente, a tomar decisiones de forma  responsable, a relacionarnos adecuadamente con otros, a saber decir no sin crear conflicto o a resolver problemas, o sea. es necesario para disfrutar de una vida equilibrada, con sentido y feliz, y la base para desarrollar con éxito cualquier actividad académica o laboral.

Todo esto finalmente nos invita a una reflexión, no sólo del estado actual de la profesión, en los más amplios tópicos, sino adentrarnos en aquello que nos interpela como Ser… “el profesor que busca efectividad real debe empezar por creer en sí mismo para poder creer desde el corazón que, como maestro tiene un papel de trascendencia en el destino de sus alumnos.” (Céspedes, 2008)
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Bibliografía

Céspedes, A. (2008): Educar las emociones, educar para la vida. México: Ed. Vergara.

Acerca de Ps. Marcela Rojas M.

Soy Educadora de Párvulos desde el año 2000,y a partir de este año 2011 también soy Psicóloga Clínica.Mi experiencia en Educación se centra principamente en el trabajo con niños y niñas de sectores deprivados socioculturalmente de una de las comunas más pobres de Santiago de Chile, La Pintana. Siendo la Educación uno de los más importantes motores de cambio para la vida de esa comunidad.

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