Represión, neurosis y disciplinamiento en las escuelas (parte 1)

…tanto en el ejército como en las escuelas, los centros de aprendizaje y también en el sistema policial o judicial…los cuerpos, los comportamientos y los discursos de la gente, son rodeados poco a poco por un tejido de escritura…los codifica, los transmite a lo largo de la escala jerárquica y termina por centralizarlos” (Foucault).

En este artículo intentaré esbozar los primeros lineamientos de lo que podría ser un área temática de investigación personal, para publicar y exponer en el blog. Intentaré esbozar la siguiente idea: las escuelas como las conocemos se configuran como un espacio de represión, en tanto supone estudiantes neuróticos. Ello al alero del sistema de disciplinamiento propio que imponen. Vamos por parte:

Refirámonos al espacio físico del aula, dado que es el lugar por excelencia en donde maestro y alumno interactúan. En la mayoría de los colegios municipales, así como en muchos privados de Chile, la cantidad de alumnos que se encuentran dentro de las aulas por clase, es alrededor de cuarenta estudiantes. Cada uno de ellos puede ser “comprendido” como un sujeto hecho de “historicidad”, que porta en sí sus vivencias, conocimientos, frustraciones, enfermedades. Porta su verdad y su mundo construido. Cada sujeto ha configurado desde sus propias vivencias una “historia”, de tipo psicológica, que le permite explicar y comprender el mundo que lo rodea. Que dicha “historicidad” sea la “realidad” es algo que está fuera de toda discusión, pues la realidad misma siempre es modificada y entendida por el sujeto que la vive. En este sentido de complejidad, el sistema escolar es perverso, está pervertido, pues en una misma sala de clase conviven cuarenta estudiantes + uno que es el profesor – no hay que olvidar que los profesores no son dueños de verdad alguna, y al igual que todos los sujetos portan y codifican el mundo desde su historicidad psicológica -, o sea “40 + 1” sistemas de mundos diferentes y particulares. Pero ¿cómo se concilian? La respuesta más cruda es: por medio de la represión.Forma típica de castigar en el aula

La represión puede entenderse como un mandato, una orden, un dictamen autoritario de imposición de una ley, siempre de tipo imaginaria/simbólica que afecta la realidad. Por ello este estado de represión, se presenta como una ley que viene a “conciliar” las diferentes “visiones de mundo” al interior del aula, en donde el alumno en el sistema escolar adopta una posición pasiva, de aceptación y recogimiento ante el profesor que lo adoctrina. De esta forma, el sistema escolar que funciona desde la represión “pasiviza” al estudiante, en pos de potenciar en él una actitud de feminidad y de infantilismo mental. Con esto me refiero, desde las lecturas de los seminarios de Lacan, a que el estudiante no puede desplegar su individualidad, ni generar una adaptación desde su sistema cultural natal en el aula (piénsese en el caso de los niños mapuches), y por ello, al no desplegarse y no generar intercambios con sus compañeros, el sistema escolar se les presenta como represivo, pues les inculta a los estudiantes desde pequeños una sola perspectiva, normativizada desde el canon y el curriculum. O sea, que se les inspira un pensamiento/comportamiento infantil, el cual debe existir (y es el ideal) hasta su vida adulta, es un infantilismo de la psique, en pos de adoctrinar en el estudiante la idea vital de que siempre habrá otro que tomará las decisiones por ellos, que tendrá el rol activo y que los validará, llámese ley, Estado, religión, padre, “profesor”.

Ahora bien, tanto la represión como la pasivización generan la oblatividad lacaniana, entendida como “una relación simbólica que hace que el deseo del hombre se reconozca y se mediatice por el deseo del otro: suerte de captura del deseo del otro” (Lacan). De aquí entramos en los planos simbólicos, y podemos reflexionar en los mitos que rodean este sistema. Por ejemplo, el mito de llegar o acceder a la Universidad – lugar que supone el pleno desarrollo del estudiante, sin el cual no puede ser catalogado en ningún trabajo -, con la consecuente “angustia” que generan procesos tortuosos de selección y examen (eliminación, coerción, desplazamiento, categorización) como la “PSU”. Esta medición, desde la teoría analítica, puede ser entendida como una medición castradora, en cuyo resultado propone sobre el sujeto dos modelos: el héroe y el fracasado. El primero es el más disciplinado de todos, aquel que fue capaz de sortear todas las imposiciones y vallas que la escuela producía, y por ello su éxito, es el héroe de este mito educacional moderno, el puntaje nacional, el estudiante de medicina o ingeniería en una institución de prestigio. El otro es el fracasado, aquel que no le alcanzó en el marco de la competencia a lograr las metas (impuestas), y que por ello debe optar por caminos alternativos, subsumido por instituciones privadas o sin prestigio. Ahora, si este sujeto fracasado está bien disciplinado, puede mantenerse en el sistema como estudiante alternativo o bien a alero o márgenes del sistema laboral, temas que por ahora no trataré aquí.

Todo ello supone inculcar o más bien, desarrollar cierto tipo de desequilibrio mental en los estudiantes. Esto se da por las razones que he dado, además por dos elementos mayores, la neurosis y el poder disciplinario. Veamos este último, desde Foucault.

El poder disciplinario, entendido de manera abstracta, es el punto final del poder en sí mismo, el punto en el cual toca los cuerpos directamente, es el contacto sináptico cuerpo-poder. Es la superación del sistema de soberanía, en tanto Foucault supone que el poder de disciplinamiento se presenta dialécticamente con el poder de soberanía (por razones de espacio no me detendré en este último tipo).

Respecto del poder disciplinario Foucault señala tres características esenciales, a saber:

a)      No se rige por sustracción  y gasto, en donde el soberano le resta al súbdito sus bienes, productos, alimentos, etc, a cambio de un gasto en rituales y ceremonias como sí ocurre en el poder de soberanía; sino que es una captura total de los cuerpos dentro del sistema, captura de su comportamiento, de su vida, de los gestos, tiempo, etc. Un ejemplo claro – y de donde se origina esto – es el sistema disciplinar del ejército “comienza a ser la confiscación general del cuerpo, del tiempo, de la vida; ya no una sustracción de la actividad del individuo, es una ocupación de su cuerpo, su tiempo y su vida” (Foucault). En otras palabras, el militar en el ejército, todos los días debe ejercitase para la lucha, a lo largo de toda su vida, incluso cuando está retirado. Ejército/ejercicio/ejercitación.

b)      Carácter panóptico (ver todo, todo el tiempo a todo el mundo): Es continuo, no necesita rituales – en tanto marca de rememoración de un origen que justifica el poder- de manera que el poder disciplinario no necesita que lo reactualicen como el poder de soberanía. No se está a disposición del otro – como en la clásica relación amo/vasallo -, sino que se está bajo la mirada constante del “otro”. No hay referencia a un acto o hecho originario, sino que se refiere a un “estado terminal u óptimo” (Foucault). Todo funciona por sí solo al alero de la vigilancia, al punto de convertirse en hábito. Lo que garantiza la continuidad genética de la disciplina es precisamente el ejercicio constante, en pos del perfeccionamiento de la disciplina.

Para que la disciplina sea siempre ese control, esa captura permanente y global del cuerpo del individuo, creo que está necesariamente obligada a utilizar un instrumento que es la escritura” (Foucault). Esta escritura visibiliza aun más los actos del sujeto, cuya anotación permite el registro del comportamiento. De forma que este sistema mantiene la “omnivisibilidad”, como un rasgo característico que le permite tener control sobre los sujetos sometidos a él. Por ello produce una individualización esquemática y centralizada desde el poder, hacia tales sujetos.

Ejemplo de ello son las escuelas modernas, las cuales tienen  un origen en el siglo XVII; en donde rompen de forma muy diferente a la tradición de enseñanza anterior (de tipo medieval), la cual estaba basada en la relación maestro-aprendiz, al interior de los gremios, en donde el aprendiz le pagaba a un maestro una suma de dinero para aprender un oficio útil. Ello ocurrió en el sistema medieval, incluso hasta la primera modernidad renacentista. Pero luego en 1667, se formó la escuela de dibujo de los Gobelinos en Francia, desde donde surge el sistema actual que conocemos, en la cual el alumno que asiste a clases comparte el aprendizaje en aulas con otros como él. Dentro de las características de esa escuela, se destaca que el alumno debía cumplir horarios, era vigilado por su maestro, supervisado, se le exigía asistencia y se le calificaba con una nota. Su desempeño era “escrito” y enviado a las autoridades que lo evaluaban como aprobado o no.

Es así que desde su origen podemos ver como el sistema del poder disciplinar se instala en las escuelas. Incluso podríamos pensar que la escuela fue la “mentora” de él, pero ello podría ser una acusación desmesurada. Ahora bien, para Foucault, este poder no se detiene únicamente ahí, en la conformación de espacios, sino que posee una intervención violenta y constante sobre aquello que está subordinado a él. De manera que el reverso de todo sistema de vigilancia, es el castigo. Así, por ejemplo, si un estudiante no cumple con las reglas de un colegio, se le castiga severamente, o bien se el “anota” en el libro de clases (uso de los sistemas de escritura, como fijación del poder disciplinar). A ello se agrega, que el poder disciplinario interviene aun antes de que ocurra el gesto, o la falta, el error. Prevé situaciones, y aplica sanciones y prohibiciones en una virtualidad, en una posibilidad. Por ello este poder se “organiza (desde una) polaridad genética del tiempo; efectúa una individualización centralizada, cuyo soporte e instrumento es la escritura, e implica, por última, una acción punitiva y continua sobre las virtualidades de comportamiento, que proyecta detrás del propio cuerpo algo semejante a una psique” (Foucault).

c)      El poder disciplinario es isotópico: eso quiere decir, que todo dentro de él debe estar bien ordenado, cada cosa en su lugar correspondiente, subordinado plenamente, en que cada elemento esté conectado por medio de jerarquías y reglamentaciones compactas con el resto. En las escuelas ello se puede ver por ejemplo: en los grados por edad, rangos de notas, su jerarquía de desempeño, etc. Y dentro de la lógica que propone este sistema, podemos observar un cierto tipo de “desplazamiento”, en que las variaciones o logros no se dan a través de una guerra o justa, sino por medio de un examen, prueba de medición, control, concurso, antigüedad, etc. Desde las cuales los sujetos se van desplazando a través de las isotopías mismas del sistema disciplinar. Nuevamente, en las escuelas se observa este hecho de forma clara, en que el alumno, profesor, inspector, orientador, director, etc, tienen reservado su lugar y sus funciones correspondientes, sin intercambio de jerarquías ni traspasos o ambivalencias en el poder.

La clasificación y distribución de todo en jerarquías, en donde cada elemento debe estar perfectamente ubicado en su lugar correspondiente, produce siempre algo “inclasificable”, que no se puede contener dentro del sistema. El elemento que escapa a la vigilancia, es precisamente el punto de choque, de manera que todo poder disciplinario tiene sus márgenes o límites. En estos márgenes podemos encontrar a nivel educacional: según pruebas de medición estándar, análisis psicológicos, resultados académicos, el elemento considerado inclasificable es el débil mental, o sea, aquel estudiante que no es capaz de adaptarse a la disciplina, sino que permanece en el margen. Pero el sistema es inteligente, y para estos niños “retardados”, crea escuelas especiales que suponen la reinserción para esta clase de niños, y si tampoco se insertan a través de tales escuelas, el sistema crea otras aun más especiales, y así, hasta el infinito. Caso de mención especial tienen los niños con supuesto “déficit atencional” o “problemas de aprendizaje” tan en boga hoy en día. A la luz de lo escrito, creo que cualquiera podría intuir que sigue la misma lógica de comportamiento del sistema que toca directamente los cuerpos, los cataloga y reprime.

 Otros elementos inclasificables del sistema disciplinar son: el desertor que huye y no soporta el ejército, el delincuente que roba, etc. Pero el residuo de todos esos elementos inclasificables, es precisamente el enfermo mental, incapaz de encajar en todo lo otro, para quienes existe el asilo u hospital.

Ahora bien, lo más sorprendente de todo es que el mismo sistema crea “estancias” o “prácticas” tales, que buscan las reinserción de los sujetos al sistema disciplinar. Si el caso emblemático son las cárceles, las escuelas no se quedan atrás, con la famosa función: “inspectoría”. De esta manera es como Foucault piensa que “la disciplina es la técnica de poder por la cual la función sujeto se superpone y se ajusta exactamente a la singularidad somática” (Foucault). Por ello el poder disciplinario está constantemente desde las escuelas fabricando cuerpos y sujetos, fija con toda exactitud la función “sujeto” al cuerpo. Esta función sujeto es para nosotros aquel individuo capacitado, adiestrado, adoctrinado, consumidor, etc, propicio al sistema de orden vigente. El individuo es el resultado de esa fijación del sistema.

Hasta el momento he revisado el aspecto represivo y disciplinar de las escuelas. Ambos indudablemente se relacionan entre sí, y pueden observarse día a día en la praxis misma de las escuelas. Sin embargo, y dada la extensión misma de este ensayo, dejo para el próximo artículo otro aspecto fundamental, que es la “neurosis”, enfermedad desde la cual puedo vincular los dos elementos anteriormente revisados. Así en los próximos artículos ahondaré estas ideas en pos de generar una verdadera crítica al sistema escolar, desde la médula de su funcionamiento.

Saludos colegas!

Bibliografía:
Lacan, Jacques. “El hombre de los lobos” en Seminarios de Lacan.

Foucault, Michel. “El poder psiquiátrico”.

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