La ambición rompe el saco

Hemos ambicionado tanto una revolución en la educación, que nuestras propias ansias la están llevando a un colapso generalizado.

Distribución de puntajes PSU año 2015

Nos hemos propuesto grandes metas y no hemos logrado mucho. ¿Por qué? Porque hemos sido ambiciosos. Hemos deseado que los resultados cambien, que se inviertan las estadísticas y hemos perdido el tiempo haciendo clases PSU y SIMCE en muchos colegios.

Básicamente la repartición de la torta universitaria del 2015 fue similar a la tendencia de años anteriores. Amplia brecha entre colegios particulares y municipales, acallada por los inflados resultados de muchos colegios emblemáticos.

El ránking hizo poco, pero hizo. Muchos vieron caer sobre ellos el peso del despilfarro de su educación media al momento de luchar en la lid PSU. Dura y triste realidad de muchos estudiantes que no se entusiasmaron con nada en toda su vida escolar que les pudiese dar luces en sus vidas.

Se ve lejos que esto se revierta. Partiendo, la mayoría de los recursos para educación están mal enfocados. Por ejemplo: ¿por qué se sigue defendiendo el negocio editorial en torno a los libros del MINEDUC? Tengo la triste teoría de que los libros entregados fomentan la pasividad de los docentes ante el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus estudiantes. El libro ahorra trabajo y no parece tan malo. Sin embargo es como el horóscopo: busca trazar líneas generales, a modo de funcionar en diversos contextos educativos, pero ¿realmente lo hace?; ¿Es capaz el libro de saber si mi estudiante aprende respondiendo un libro?

Además, aunque nadie lo comenta, creo que es un fuerte mensaje que, en muchos colegios al final del año, los estudiantes festinen descuartizando algunos libros, casi como un símbolo de liberación. La queja más común sobre algún colega que escuchamos de nuestros y nuestras estudiantes es: «nos hacía copiar del libro al cuaderno todos los días». Ojo, el material didáctico puede ser bueno, pero en ningún caso debe guiar por completo el actuar de un/a docente, sino se transforma en una rutina aburrida y desmotivadora del aprendizaje.

Lo primero que debe sentir una persona hacia el estudio es motivación. Ésta emerge en la medida en que la persona dota de sentido su actuar. Por ejemplo, los niños pequeños de primer ciclo que demuestran gran motivación por el estudio es porque le encuentran sentido a lo que hacen. Asimismo, en su mayoría son depositarios de las expectativas de sus padres, quienes le dan sentido al proceso educativo, mediante ejemplo y sacrificio.

Imaginen una casa con ruido y furia de TV y radio todo el día. Con el ruido propio y el de los vecinos. Un/a estudiante no puede estudiar con tanta contaminación. Hay que mejorar la calidad de vida de las personas para educarlas y que así puedan por sí sol@s mejorar su calidad de vida.

La mayoría de los y las estudiantes desmotivad@s, son niñ@s en cuyas casas prima el ruido y la furia de la televisión abierta por sobre cualquier valor educativo. Esos jóvenes no le encuentran sentido a estudiar porque nadie a su alrededor lo hace. Est@s jóvenes no dimensionan qué significa estudiar, porque es complicado y les han enseñado desde chicos que complicarse está mal, que es mejor evadir, escapar, así que como sus padres se enchufan copete, cigarros, pastillas y televisión, ellos y ellas comienzan una búsqueda identitaria macabra y llena de peligros. Estas personas no logran siquiera esbozar un sentido a sus vidas.

He aquí por qué la educación sigue fallando: se pretende que esta persona, llena de incertidumbres y vulnerable, aprenda a descifrar poesía clásica, pueda resolver acertijos lógicos hipotéticos, analice flujos de acontecimientos históricos, aplique el conocimiento de las ciencias, lea e interprete música, pinte con estilo propio, filosofe por gusto y hable inglés. Y más encima que sea un buen ciudadano consumidor.

La educación debe encargarse antes de pretender cualquier cosa, de formar personas. Personas que conozcan su realidad y la encaren, con el fin de superar su carencia. Personas que ejerzan su derecho de ciudadanía y participación política. Personas que tengan voz y voto en el mundo, para que por sí mism@s le encuentren sentido al estudio. Personas que disfruten de la idea de aprender. Personas que no piensen que su vida se acaba sin una carrera porque la abominable PSU los pisoteó. Personas que crean que la siguiente vez lo van a lograr, porque realmente lo quieren para sus vidas. Personas que sepan que si no lo hacen, es porque no quieren, no porque no pueden.

Y nosotr@s l@s docentes, dejémonos de andar poniendo notitas y enfrentemos el desarrollo integral de las personas como profesionales de la educación que somos.

¿Por qué tanta desconfianza hacia l@s profes?

Se viene una reforma, es un hecho.

Hay quienes sostienen, desde el ámbito académico, que reformar el sistema no es una opción viable. Según esta postura la única manera de cambiar el escenario político y social es la vía del reemplazo, la eliminación de la estructura completa y la construcción de un nuevo paradigma.

No dejo de encontrarles razón. Esta propuesta se basa en un tema clave: la cohesión del pueblo. Los mejores ejemplos son los países que se han destacado como gestores de un sistema educativo ejemplar. Estas naciones que se han transformado en la moda educativa del SXXI (Finlandia, Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, etc.), han vivido arduos procesos de planificación de sus políticas educativas, pero a diferencia de casos como Chile, han enfocado sus esfuerzos en pos de un bien mayor: el crecimiento integral de sus respectivas sociedades.

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«Sin embargo la peor de todas las desconfianzas resulta ser la desconfianza en el cambio. El conformismo con las cosas como son, el es lo que hay, la sencilla forma en que nos adaptamos al lujo y al látigo. Es cosa de mirar con atención los mensajes que nos rodean: consume, aspira, compite y gana.»

Nosotros crecemos al revés. Las brechas de acceso y derechos entre los chilenos y chilenas generan una distribución cada vez más desigual de la riqueza. Y no es al azar. Vivimos en una sociedad basada en la desconfianza.

Desconfiamos de quienes tienen más y de quienes tienen menos. Parece que sufrimos de una paranoia en que el rico y el pobre son ladrones, diferenciados sólo por su apariencia y los montos con los que ‘trabajan’. El dueño del súper elude impuestos mientras el flaite toma lo que necesita y lo que no necesita… y juntos bailamos un vals al son de culparnos.

Desconfianza en el vecino, en el cercano, en el amigo, en el patas negras, en el que aserrucha el piso, en el vendedor y el mendigo. Desconfianza en la familia, en las iglesias, en los políticos y hasta en la política real. Miedo a confesar lo que somos porque queremos ser otros y otras, queremos diferenciarnos del común, queremos escribir una historia basada en el manoseado concepto de la meritocracia y grabar a fuego y sangre nuestro legado. Es como marcar territorio, pero sin necesidad de levantar la pata, aunque si hay que mear pasar por encima de algún otro, somos los primeros en hacerlo.

Sin embargo la peor de todas las desconfianzas resulta ser la desconfianza en el cambio. El conformismo con las cosas como son, el es lo que hay, la sencilla forma en que nos adaptamos al lujo y al látigo. Es cosa de mirar con atención los mensajes que nos rodean: consume, aspira, compite y gana.

Pero muy pocos ganan, esa es la verdad. Y obviamente si has llegado primero a la meta, no puedes permitir que te quiten tus logros, por lo que debes temer a perderlos. Por eso mismo reaccionas desde el miedo y procuras esforzarte para que los demás sean formados bajo la falsa ilusión de que algún día o de alguna forma llegarán a ser como tú.

Por eso debes lograr que la desconfianza aumente, se vuelva crítica, al punto de que todos estarán más ocupados aferrándose a lo que tienen y no queriendo/pudiendo ser más. Para asegurarte, necesitas que el mundo desconfíe principalmente de aquél que debe encargarse de educar a los demás desconfiados. Así es como hoy en día terminamos desconfiando de las profesoras y los profesores de nuestro país.

La profesión docente está envuelta en una vorágine de dudas e incertidumbres que la hunden constantemente en la desvalorización del trabajo. El docente debe ser visto como incapaz, no apto o, de plano, inepto. La valoración docente se debe basar en el volátil criterio de la «vocación», moviendo a sus ejecutantes a caer, consciente o inconscientemente, en el martirio.

Obtenida de: http://dosmasdos.com.ar/wp-content/uploads/2012/09/Foto-confianza-2.jpg

«Ninguna reforma podrá cambiar un sistema si no trabajamos mancomunadamente y le entreguemos el voto de confianza que la buena maestra y el buen docente se merecen. «

Las instituciones generalmente dicen confiar en sus docentes, no obstante utilizan algunos mecanismos bastante crueles para demostrar lo contrario. Por ejemplo aquellas instituciones que no permiten la sindicalización. Es cierto que muchas de ellas aseguran condiciones bastante aceptables para sus trabajadores, pero volvemos a lo mismo, hemos aprendido a aceptar.

Quien ejerce la docencia en una escuela debe ejercerla necesariamente en su hogar. Si no desea sacrificar el tiempo en su hogar, pues deberá aprender a adaptarse. Una vez siendo un engrane más, tiende a disminuir su capacidad de innovación y, poco a poco, privilegia lo técnico antes de la creatividad. No me malentiendan, no digo que l@s docentes no sean creativ@s, sólo que no tienen espacio para desarrollar esa inherente creatividad.

De este modo, en pleno círculo vicioso, la desconfianza hacia el alcance del trabajo del docente aumenta, dudando si otorgarle más horas no lectivas para que planifique, se desarrolle profesionalmente e incluso investigue. El bajo sueldo se transforma, entonces, en la guinda de la torta.

Debemos regenerar los lazos de confianza entre sostenedores y trabajadores. Para eso es necesario que se piense en aquello que es justo. Quizás la mejor lección de gestión la dan aquellas escuelas que distribuyen su riqueza sin la desconfianza de perderla. Donde sus líderes riegan de confianza a sus docentes y ést@s a sus estudiantes.

Tal vez la única lección importante que hay que aprender de países donde el docente es la figura central del desarrollo, sea comenzar a confiar en nosotros y entre nosotros. Ninguna reforma podrá cambiar un sistema si no trabajamos mancomunadamente y le entreguemos el voto de confianza que la buena maestra y el buen docente se merecen. Una vez logrado esto, quizás podremos mirarnos a la cara y reconocernos por fin, un@s a otr@s, como habitantes de una mítica tierra llamada Chile.

Olimpíadas y la educación: evaluaciones y reflexiones que nos lleven a la acción

En los últimos días, la mayoría hemos vivido a través de la TV los Juegos Olímpicos Londres 2012. Muchos deportistas coronando sus carreras con medallas y puntajes jamás antes logrado, rompiendo barreras y obstáculos de los que han aprendido, sacando lo mejor de sí, compartiendo, disfrutando y sin jamás perder el foco de lo que los convocaba a estar ahí. ¡Cuántos mensajes nos enviaba cada uno de ellos! Sin duda, aprendizajes que han obtenido a lo largo de su trayectoria, resultados de su  dedicación, de todo el sacrificio con el que han abordado su entrega, sobreponiéndose a sí mismos y así, sobresaliendo entre la media, siendo siempre extraordinarios más allá de la paga que reciban.

Al igual que los deportistas, los educandos,  dependiendo del medio en que se encuentren, potenciarán o no sus habilidades. Entonces, nos cabe la pregunta:

 “¿Llevar a nuestros niños y  jóvenes a colegios buenos? ¿O llevar la buena educación a todos nuestros colegios?”

Los deportistas destacados, generalmente, han sido sacados de su medio natural para llevarlos a entrenamientos de alto rendimiento, sean estos fuera de su zona escolar, regional o incluso, fuera de su país natal, en donde reciben todo lo necesario y más, para que ellos solo den lo mejor de sí. Y ellos, en gratitud a la confianza y al apoyo recibido, responden, se exigen, juegan, ríen, lloran, aprenden, disfrutan y comparten, con el fin único de ser el mejor en forma individual y en equipo, cuidándose y siempre dando lo máximo de sí, agradecidos, humildes y comprometidos con el propósito mayor, que es profesionalizar el deporte de sus vidas. Si esto no es inspirador, ¿qué lo es?

“¿Llevar a nuestros niños y jóvenes a Colegios Buenos? ¿O llevar la Buena Educación a Todos nuestros colegios?”

La educación es el escenario mayor, en donde todas nuestras habilidades aparecen libres, juguetonas, brillantes y dispuestas para ser potenciadas y desarrolladas. Es aquí donde el propósito de nuestras vidas pareciera nacer y crecer, al tiempo que nuestros cuerpos lo hacen.  Si esto fuese así y mirásemos a la educación como un pilar fundamental para el logro de cuánta meta se nos venga en gana, entonces, ¿qué medalla mereceríamos? ¿Oro? ¿Plata? ¿Bronce?

¿Qué nos falta para ser una educación de alto rendimiento? ¿Será dinero? ¿Serán ganas? ¿Será, tal vez, capital humano? ¿O quizás infraestructuras adecuadas, que nos concentren en el objetivo único de nuestra profesión, (más allá de nuestra especialidad), que es el Ser Puente y el envión que potencie el Ser Grande de nuestros aprendices a cargo, despertándoles el querer atravesar el obstáculo, dándolo todo de sí mismos para alcanzar la meta? ¿Será que nos falta inspiración, compromiso, confianza, sueños? ¿O será que nos falta un refrigerador lleno, la despensa completa un celular con mil minutos, un auto moderno y una cuenta corriente que sostenga todo esto y sin deuda?

Al igual que ocurre al final de estos juegos olímpicos Londres 2012, es tiempo de evaluaciones y reflexiones que nos lleven a la acción. Y a diferencia de las mismas, no tenemos que esperar que nuestra antorcha sea encendida en 4 años más, porque la nuestra sigue viva, quemante y en pie.

Alejandra Plaza Arancibia
Profesora de Lenguaje y Comunicación
Coach Ontológico – Coach Corporal